lunes, 19 de marzo de 2012

Respuesta a Emmanuel

Gracias Emmanuel por tu mensaje personal. Te confieso que desde hace años, incluso antes de conocer tu blog ya había explorado la dimensión del Libro de Urantia. Y aún así seguí investigando la Biblia y los patrones cronológicos. Creo que ninguna cosa excluye a la otra y no hay que caer en extremismos. Puedes analizar el Libro como una pieza fascinante de información complementaria sin que comprometa tus creencias.

En determinado punto me di cuenta que muchas investigaciones mías sobre verdades bíblicas no chocaban con los postulados de L.U. Finalmente logré armonizar muchas aparentes contradicciones, las cuales en mi opinión son producto de la interpretación de las religiones y no de la Biblia.

Si deseas emprender su lectura,  te recomiendo la parte IV o capítulos como el documento 139: Los 12 apóstoles, o el 196: La Fe de Jesús.

Qué el factor fechas no te complique. Yo supe separar ese obstáculo y proseguí su lectura rescatando su mensaje y contenido espiritual.

Cuando contrasté muchas de sus enseñanzas con los mensajes de la Biblia e incluso con las notas de otros hombres sinceros, pude oler la fragancia de la verdad.

Es más, en mi ha producido fruto para el bien, y una visión diferente del Amor y el servicio al prójimo.

Creo que ninguna obra en la Tierra narra de forma tan digna y perfecta la vida entera de Jesús de Nazaret, sus conmovedores años de juventud y la lucha de su vida mientras adquiere la auto-conciencia de su origen en una vida llena de dificultades, alegrías y desafíos. Muchos encontrarán consuelo y se identificarán con el joven de Nazaret.

Sí, el Jesús humano y divino. El joven de 14 años que asume la carga de su familia tras la muerte de José, sus luchas y pruebas, junto con sus alegrías.

Si por lo menos no creeis que sea verdad, tomadlo como la mejor película (o drama) escrita jamás hecha de Jesús.

Os aseguro que no saldréis indiferente.

Bendiciones.


La historia ha imaginado al Jesús carpintero como un obrero más o menos rutinario, obligado por el mayorazgo a desenvolverse en un oficio oscuro y aburrido. Lamentable error. Aunque es cierto que desde los cinco años empezó a trastear a la sombra de su padre, entre vigas, herramientas, virutas y maderas de muy diversa índole, Jesús tenía la capacidad innata de identificarse y “hacerse uno” con lo que llevaba entre manos. En este sentido, la madera –y no por casualidad- constituyó durante años un íntimo y gratificante modo de expresarse y expresar lo que latía en su sensible corazón. Jesús encontró en cada paso de este bello oficio –desde la simple tala hasta el más pulcro acabado- un reto hacía sí mismo. Fue y no fue un artesano que trabaja por encargo. Cumplía los pedidos pero, lo que muy pocos supieron es que, en cada banco, en cada arca, en cada yugo, en cada puerta o mango de azada que remataba se había “ido” un girón de su alma. El Jesús ebanista y el Jesús fabricante de pesadas vigas para terrados acariciaba la madera, respiraba al ritmo de la sierra y de la garlopa, espiraba al tiempo de cortar y escuchaba el ronroneo de las gubias. Sabía que la madera tiene corazón y, en consecuencia, le hablaba. Aquel carpintero, poco a poco, llegó a “descubrir” en el duro e impermeable roble la naturaleza de muchos seres humanos: granítica en su exterior y de fibras largas, rectas y flexibles, fáciles de manejar. Y del nogal aprendió también que, a pesar de su resistencia al hacha, su corazón era como una malla de oro. Y como sucede con otros hombres, “vio” en el avellano una madera flexible, semidura, tenaz..., pero de escasa duración. Aquel “corazón” ni daba fuego ni ceniza... Y quizá asoció el olivo con esos humanos que, retorcidos por el dolor y las miserias, precisan de un “secado” especialmente delicado...

    ¡Qué maravilloso es recrearnos con aquel carpintero que hizo de la verticalidad de la madera un esperanzado y horizontal camino!

     No, Jesús no fue un aburrido artesano. Como sucede con los oficios que iría desempeñando, fue humilde en el aprendizaje y alegre en la madurez. Y equilibró la dureza de los mismos con un permanente descubrir. Cada nuevo encargo era un no saber, un enigma, un desafío...

     Merced a la magia de su pensamiento creador, el luto de hierro de la familia de Nazaret fue a sublimarse en un cálido pasar día tras día. Y a pesar de las estrecheces y de su aparentemente frustrado “gran plan”, el sosiego terminó por acomodarse en el hogar como uno más. -CT. III, basado en la parte IV L.U.